"«¿Cuánto tiempo transcurrió dentro de la Catedral de Concreto?», se preguntó el Héroe. Al salir, dos grandes árboles se mantenían en pie. No estaban vivos como tal: nada podía mantenerse con vida tanto tiempo en la Estepa, o al menos no lo suficiente para tal altura y vejez. Su curvatura apuntaba hacia el Héroe desde donde se le mirase; un dedo decrépito apuntando al culpable. En la punta de los dos largos dedos se posaron dos Pájaros, y al abrir sus picos se oyeron dulces melodías: primero solo dos, luego diez, luego treinta, hasta ensordecer en cantidades irreconciliables. En su idioma alado, el Héroe comprendió que la insistencia de su canto era la misma agotadora insistencia de la Estepa; la misma repetición de la Catedral, la misma profundidad infinita de las aguas; la misma historia del Héroe y las mismas derrotas por los siglos de los siglos".