"En perpetuo movimiento, el Héroe dejó de percibir sus alrededores, y concentró su atención en lo escondido a la lejanía. En un estado de visión de túnel, fue incapaz de percatarse de los árboles secos acompañando su caminata. El sol, aunque imperceptible en su calor, comenzó a emitir sombras que trazaban un laberinto hecho de largas ramas. Los árboles eran como espectros. No eran figuras vivas ni menos compañía: eran el trueque de una claustrofobia por otra, otro juego sucio del infierno de esta tierra. Tras los troncos doblados por la gravedad habitaban las figuras como fantasmas: tenían caras casi reconocibles, pero en el intento de recordar el nombre y naturaleza de los rostros, el Héroe cruzó el umbral del esfuerzo humanamente posible, y los fantasmas desaparecieron".